El rumor del agua llegó a sus pies como si los hubiera echado de menos mucho tiempo; pero se marchó tan rápido como había llegado aunque no tardaría en volver, puesto que el mar es muy caprichoso, y manda sobre el agua y las criaturas que habitan en ella.
Anochecía; el sol comenzaba a ponerse entre las montañas y el propio mar más allá del horizonte, formando una de las estampas más bonitas que puede dar la Madre Naturaleza.
Caminaba sobre la arena de la playa, sin rumbo fijo; solamente quería sentir la brisa marina tocando cada uno de los rincones de su piel; se sentía llena de vida.
Para ella, aquel era su hogar: el mar, la arena, la brisa... se quedaría allí para siempre, contemplando tan bello paisaje mientras sus pies la dirigían por la orilla.
Anocheció, y aquella chica fue alejándose de la orilla, dispuesta a acampar para descansar, después de tan largo viaje. Llevaba consigo una gran mochila con víveres y utensilios para montar una tienda de campaña, y encima de ella, un saco de dormir. Soltó la mochila, sacó de ella la tiendo y la desplegó sin problemas. A continuación, desenrolló el saco de dormir y lo introdujo dentro de la tienda. Luego, metió de nuevo la mano en la mochila y sacó un bote lleno de aceitunas y un bocadillo de jamón y queso envuelto en papel plata, y se dispuso a comer.
-Llegas tarde, Luryna.
La chica dio tal respingo que casi se muerde la lengua, cuando estaba dispuesta a dar el primer mordisco al bocadillo.
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Nunca os descuidéis cuando estéis solos. Por muy tranquilo que esté todo, siempre puede haber alguien, que sin tú esperarlo, te sorprenda.
Recordadlo. ^^
Me encata ^^ Y el consejo del final nunca viene mal :) Me hace reflexionar :P Es muy bueno y escribes genial
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