jueves, 15 de julio de 2010

-¡¡Me has asustado!!

-Ni siquiera te has molestado en mirar si estaba. Te pierdes cada vez que tienes arena de la playa a tus pies.

Tenía razón; sentía pasión por la costa. Ella misma lo había dicho más de una vez: “Si tengo que morir en algún lugar, que sea aquí, en la orilla del mar.”

-Lo siento...

La chica suspiró, entre culpable y a la vez aliviada, al saber quién le había pegado aquel susto de muerte. La antorcha que llevaba el sujeto en cuestión, le hizo ver con mediana claridad su silueta: vestía una túnica azul marina que llegaba hasta el suelo, y en la cabeza, llevaba una diadema, de la cual brotaban cuatro alas negras que parecían formar una especie de pirámide.

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Da que pensar, ¿no? En los tiempos que corren, ver un sujeto tal no es algo muy común, y si se viera, sería etiquetado como “friki”, o un personaje haciendo un “cosplay”. Pero, ¿por qué Luryna lo veía con tanta naturalidad?

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